Mi práctica como comunicadora visual se fundamenta en lo sensorial y en los procesos manuales, en ese acto de pensar con y desde el cuerpo. La impresión tipográfica, los tipos móviles, la serigrafía y la encuadernación conforman el espacio donde encuentro mi claridad creativa. Desde estos oficios, entiendo el diseño no solo como estética, sino como un medio esencial para construir significado desde la experiencia.
En un campo que a menudo privilegia la pulcritud y las reglas rígidas, mi búsqueda se centra en rescatar el valor expresivo de la experimentación, el error y la imperfección. Sostengo que el diseño debe preservar lo humano: aquello que se manifiesta en el rastro de las manos, en la materialidad viva y en la autenticidad de los procesos. Diseñar como personas, no como máquina es el principio que guía cada una de mis decisiones.
Esta visión configura una mirada humanista del diseño, que reconoce al cuerpo como origen, a la materia como aliada y a lo colectivo como horizonte. Concibo, por ello, una comunicación visual que sólo cobra sentido pleno cuando puede ser compartida, habitada y transformada en comunidad.